P5TX

Como una ceremonia pagana despertaba cada día y para huir se extasiaba en una sobredosis de ansiolíticos y antidepresivos siempre al borde, siempre a un paso del abismo.

Se sacaba las pestañas postizas, la peluca. Abría el agua caliente, y el vapor lo hacía respirar mucho mejor, limpiaba su maquillaje y de a poco comenzaba a surgir el verdadero rostro o quizás no, era a lo que realmente quería renunciar o era muy cobarde para empezar con otra vida. Y me preguntaba que lo había llevado a eso, había muchas cosas que sabía de su historia más adelante se las contare. Me gustaba quedarme allí y observarlo, un día me vería la cara y su sufrimiento terminaría.

Con la cara limpia no se reconocía, y como todos los amaneceres se ponía crema de afeitar sobre su cabeza y con una máquina se rasuraba, esa manía no podía quitársela, luego afeitaba sus axilas y sus piernas. Después se bañaba y con un cepillo trataba de sacarse la suciedad de su piel y de su alma.

Se viste con un pantalón de jean roto, una remera negra rota, y zapatillas rotas. No se da cuenta y lo veo caminar por la calle, mira a las personas y a las parejas con niños, y piensa en otra vida. Una vida que nunca va a obtener. Luego va a la iglesia que queda cerca de su casa siempre me pregunto a quien es que le envían sus plegarias, las escucho y las memorizo, y recuerdo la fe y la esperanza que una vez tuve, pero después de tanto tiempo olvide.

Llega a su edificio y sube a su departamento y se pone una peluca rubia de hombre. Y se queda en la entrada y ve pasar los micros, y los mira pasar como esperando que alguien les hable detrás de las ventanillas. Y yo sentado en un asiento vacío lo veo, y me olvido de él por unas horas. Y miro los ojos celestes de Samy y su amiga, se besan y nos les importa.

La noche llega y él se viste como mujer. Y recuerdo su rutina autodestructiva de amantes pasajeros y dinero de lagrimas. Hace mucho tiempo que no se ama y ni ama a nadie. Sólo sé que hay una mezcla de amor y odio hacia sus padres. Y de la última vez que los vio, y la última palabra que escucho de su progenitor: ¡Puto!

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