Fuimos el estadio, fuimos la sangre que alimenta el corazón del fútbol. Pero solo fuimos espectadores del dolor, la pasión, y la alegría que se derrama y bebe en fervor del deporte que como argentinos que somos, nutre nuestros basales culturales.
Nada podíamos hacer solo observar las escenas que se pintaban y salían de las sombras de la original puesta diagramada en la Enkosala. Dos relatores de fútbol animaban las situaciones que se vivían en la historia, sin el público que llenó la sala no hubiera sido nada, así como el fútbol sin sus espectadores en la cancha, y en la comodidad de nuestro living tampoco existiría.
El código del fútbol y la feroz lucha de cantos e insultos entre barras, pero nosotros en que platea estábamos? de que bando estábamos, éramos parte del problema o parte de la solución de la violencia que enluta las canchas. Solo fuimos meros observadores, y la obra un instrumentos de diversión y alegría, pero también una forma de crear conciencia en la mente de los que nos dimos cita.
Vimos florecer el amor de Romeo y Julieta. Separados por las pasiones y estandartes deportivos, pero unidos por el amor y la carne. Ya que sin signo en nuestra vestimenta que nos diferencia en el fútbol solo que nos sentimos en nuestra mente y corazon, y ningún tipo de división puede contra la pasión de la juventud.
Oímos de las desgracias que suceden en el fútbol, nos lamentamos un poco, pero seguimos con nuestras vidas. Esperando una nueva jornada de nuestro deporte quizás en nuestra casa, tomando una cerveza frente a nuestro televisor, como un mero entretenimiento, porque ya hace mucho tiempo el fútbol perdió el honor que una vez supo tener para convertirse en un negocio y una mafia de millones y millones de la moneda que te imagines. Que alimenta las barras bravas como fiel súbditos a una corona cometen asesinatos en nombre del deporte, de los colores, del amor por el club, me parece que estas muy equivocado, solo lo hacen en nombre del dinero y los negocios que alimentan sus placeres y deseos, de los que están en la cúspide del poder.
Quizás esos códigos solo vivan entre los que nos juntamos a jugar a la pelota entre amigos , y luego el ganador y el perdedor toman una bebida , y cuentan sus hazañas en una mesa , donde quizás el único pesar que haya sobrevolando el paisaje es el solo haber perdido el partido, pero que contrasta con el tiempo compartido con amigos.
Fotografía y Crónica : Daniel Torrico
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