Dos femicidios en las últimas 12 horas en Mendoza. Janet Zapata, una mujer de 29 años, fue asesinada de dos tiros y enterrada en un descampado de El Algarrobal. El cuerpo de Julieta González, una joven de 21 años, fue encontrado cerca del penal de Almafuerte, con sus pies y manos atados. Había desaparecido el 21 de septiembre.
Argentina es un país extraño. Tiene sus entreveros complicados. Pero también es el país donde se hicieron dos multitudinarias congregaciones inéditas en todo el continente contra los femicidios y la violencia de género, para reivindicar los derechos a la igualdad y dignidad de las muertes, hablamos de las marchas #NiUnaMenos.
Con ellas, la desigualdad cotidiana fue desnaturalizada. La cultura patriarcal que nos atraviesa desde el inicio ha sido herida. El 3 de junio se convirtió en una fecha histórica, donde se visibilizó lo hasta entonces oculto, se instaló por fin la idea de que no se mata por amor, un femicidio es un asesinato.
Las convocatorias masivas se han convertido en una costumbre que nos define. Las redes sociales y con ellas la inmediatez de información, han contribuido a que eso suceda. No ajena a este contexto, la dimensión de las convocatorias #NiUnaMenos se sentía desde las redes sociales. Esa euforia se tradujo en personas que se concretaron en las calles unidas por las causa. Fueron masivas los dos años (2015 y 2016). La gente colmó las ciudades y los pueblos de diferentes provincias argentinas para convertir el 3 de junio en un día trascendental.
Nombres, carteles caseros, afiches, remeras, fotos, frases, denuncias, fechas, formaron parte de la caminata de miles de personas heterogéneas y de diferentes generaciones que le pusieron el cuerpo a las concentraciones contra la violencia de género. Madres y padres, hermanas y hermanos, hijas e hijos, amigas y amigos marcharon con sus rostros tristes, cada uno con su propia causa: les falta alguien, o simplemente no quieren que falte ni una sola mujer más. Cada uno fue con sus relatos y sus cuestionamientos tan diversos como la cultura machista en la que vivimos.
El reclamo: que dejen de asesinarnos por ser mujeres. Que se resuelvan todos los casos de femicidio. Que se conceda presupuesto. Que de una vez haya datos oficiales. Que cambie la justicia misoginia.
Somos conscientes, será una larga lucha, no basta con dos años consecutivos y el éxito de las convocatorias. Nos siguen matando. Pero la sociedad está dispuesta y habla de la necesidad de empoderarse.
La campaña contra la violencia consiguió poner en el tapete la desigualdad diaria, visibilizó datos, estadísticas, nombres y apellidos de víctimas y victimarios, historias, acciones, complicidades y apatías.
La lucha cultural es así: avanza sobre refutaciones.
La gran pregunta que deja el 3 de junio es cómo herir de muerte pacíficamente a la violencia contra las mujeres. Tiene una respuesta: con más igualdad de derechos.
Poema contra la violencia machista: Vivas nos queremos.
Nos queremos soberanas y refulgentes.
Activas, inquietas, optimistas.
Nos queremos decidiendo, liderando.
Cumpliendo sueños, luchando, celebrando.
Nos queremos iguales.
Con la mirada y el alma en alto, con el cuerpo y el corazón enteros.
Nos queremos sanas y salvas y sin miedos.
Vivas, todas. Nos queremos más.
Nota y poesía : Ana Luz