En las palabras de Homero Expósito “… ¡Qué bronca sentir todavía el ayer y dejarte partir sin llorar! Sé que es duro matar por la espalda el amor sin tener otra piel donde ir… Pero, ¡dale, la vida está en flor! ¡Tenés que seguir!…”
Una paradoja inusitada del destino pondrá a dos personas totalmente contrastadas en sus orígenes y su forma de vivir, una situación que será quizás el comienzo de una nueva vida (Clausewitz) y el final del ciclo kármico de otra (Segismundo).
Entrar al paraíso, y la tortura de hacer llorar a alguien para poder encontrar la llave de ese deseo tan cercano pero a la vez lejano, que está en las manos de un oficial público que ha hecho del hacer sufrir a las personas su modo de vida. Nadie que haya vivido la “ilusión del indulto” y la apatía a las emociones podrían poner en la superficie los recuerdos que harán que la tristeza guardada sobre muchas capas de piel como una muñeca rusa o polaca, salgan a la superficie.
La experiencia del amor , el amor trasciende a las personas aunque ya no existan físicamente , el amor a la profesión que uno ha elegido, será la clave para recordar el sufrimiento vivido , y poder saborear la felicidad de la vida y así poder continuarla en su propio paraíso.
Una obra que deberías de ver, con una gran puesta y muy buenas actuaciones, que cuando este nuevamente en cartelera no deberías dejarla pasar.
Fotografía y crónica : Daniel Torrico
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